La
violencia desgarraba la península itálica, asolada por conflictos entre los
Estados Pontificios y los turcos, los protestantes, Inglaterra, Francia y los
Países Bajos. Las tensiones internas entre Venecia y la aristocracia romana,
defensora de sus derechos feudales, reavivaron las sangrientas disputas entre
güelfos y gibelinos. Afortunadamente para el papa, contó con el apoyo de su
mentor, el poderoso rey de España, Felipe II.
En
este contexto turbulento, bandas de forajidos saqueaban las ciudades papales, y
los estados vecinos, resentidos con el pontífice, daban cobijo a los criminales
que huían de su milicia. La justicia se encontraba en un estado crítico, como
describe Alejandro Dumas en Celebrated Crimes, the Cenci. En tiempos de
Gregorio XIII, el crimen era tolerado, los jueces se corrompían por dinero, y
el asesinato y la violación eran tan comunes que la justicia ignoraba estos
delitos si no eran denunciados.
En el capítulo Cuarto de la obra la historia se cuenta así: "Le sucedió un día, siendo seglar, ir con el conde Alejandro su señor a un jardín adonde había mucha fruta y aunque los otros criados la vendimiaban, como fuesen los de palacio, el recatado mancebo no extendió la mano a cosa alguna de la huerta. Viendo una dama que a la sazón estaba allí ella le alcanzó una manzana del árbol, pero no con mala intención. Él la recibió por no mostrarse esquivo y descortés con quién le hacía el favor. Y acaso al tomarla tocó su mano la suya y tuvo tanto dolor de esta acción y de haber tocado la mano de la mujer que lloró este pecado toda su vida".
El roce de las manos parece sugerir la imagen de la mujer serpiente, encarnación de la tentación, que ofreció el fruto del árbol al joven Salumbrino. El autor suprime de la escena cualquier atisbo de sensualidad. Es posible que en la hagiografía la dama sea solo la alegoría del mundo que dejó por seguir su misión o la memoria de un enamoramiento que lo hubiese llevado por otro camino. Podrían ser ambas cosas lo que explicaría que bautizara a su diablo con el nombre de un calzado femenino.
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Vista de la Tor di Nona, prisión cerca al Hospital del Espíritu Santo. Tempera en pergaminos siglo XVII de Gaspar van Wittel |
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En el libro no se registra el lugar en que fue detenido. En el Diccionario Histórico de la Compañía de Jesús de O´Neill y Domínguez se consigna que fue acusado de homicidio en Ravena y llevado preso a Roma. Desconocemos la fuente en que se basa esta afirmación.
El confesor oficial en Roma en el caso de una ejecución, era por lo general un sacerdote de la Compañía de Jesús. El religioso encontró a un joven afligido de corazón que no necesitaba transitar por la vía purgativa de la primera semana de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola, la estaba viviendo con sus cinco sentidos.
Como ocurría con frecuencia, la preparación mental y espiritual de los Della Misericordia y del confesor jesuita surtió efecto. Narra su biografía que Agustín Salumbrino "primero lloró sus pecados, conformándose con la voluntad de Dios, sin volverse contra los jueces, ni contra los que le perseguían".
A punto de ser ejecutado "los jueces
revocaron la sentencia y salió libre de la cárcel cuando él esperaba salir a
padecer la muerte. Y no solo él salió sino también el conde y los demás
criados". En el impredecible orden de las cosas su hora no había llegado.
Su hagiógrafo atribuye el final feliz a la intervención divina. Escribe: "Vino la Reina de los Ángeles del cielo y glorificó con su luz aquel oscuro calabozo y mostrándose visible le habló como el ángel a Cristo en Getsemani diciéndole que no temiese, porque sería cierta su libertad y le sacaría de aquel trance victorioso; que se acordase de aquella merced que le hacía y le fuese agradecido".
Uno de los primeros en recibir la noticia de la mariofanía fue el padre Maborola, rector del Colegio Romano, según consigna su biografía (podría tratarse más bien del padre Próspero Malavolta, que fuera rector del Colegio de los jesuitas en Mantua y a quien habría conocido por su relación con San Luis Gonzaga) Durante los siglos siguientes la Compañía de Jesús reproduce esta información sobre la aparición visible de la Virgen María a Agustín Salumbrino cuando se encontraba encarcelado no obstante que la aparición no guarda concordancia con la tradición católica. En este caso, la Virgen no se le aparece a una persona de conocida inocencia y santidad sino a un joven que lejos de mostrar una vocación religiosa había optado por vivir la vida en el mundo. A pesar de ello, se le reconoce el privilegio de haber sido de los pocos de la orden que experimentaron estas visiones. Otros jesuitas fueron Ignacio de Loyola, Estanislao Kostka (novicio que muere de malaria antes de cumplir los dieciocho años) y Luis Gonzaga.
La hagiografía, esforzada en magnificar la santidad del personaje, sostiene que: "... los jueces enterados de su inocencia y movidos por su grande virtud, revocaron la sentencia y salió libre de la cárcel, cuando él esperaba salir a padecer la muerte. Y no sólo él salió sino también el conde y los demás criados, ordenándolo así Dios. Y componiendo las cosas por los méritos de su siervo: antigua costumbre suya hacer favor a muchos por los méritos de un justo".
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Mientras
Europa se debatía en asuntos de intriga humana, un ser diminuto, el Plasmodium,
ajeno a estas querellas, cruzaba el Atlántico en busca de nuevos horizontes.
Invisible a los ojos, pero no a sus víctimas, este parásito microscópico se
embarcó en una expedición silenciosa hacia el Nuevo Mundo, donde la sangre
humana fluía en abundancia.
Aunque
se cree que el Plasmodium realizó sus primeros desembarcos junto a Cristóbal
Colón, fueron escaramuzas iniciales. Su gran oportunidad llegó con la trata
negrera, cuando miles de africanos fueron transportados en barcos negreros,
convirtiéndose en involuntarios vectores de la enfermedad. El parásito, oculto
en el cuerpo de estos desafortunados, encontró en el Nuevo Mundo un nuevo campo
de batalla para su cacería de glóbulos rojos.
Entre tanto, Carlos Borromeo arzobispo de Milán y cardenal de Roma emprendió en 1584 una visita a las villas y ciudades de la arquidiócesis. Partió al este hacia Novara, Masserano y Vercelli, atravesando una extensa área pantanosa, dónde contrajo la malaria. En esa estación del año, todavía pululaban en los terrenos anegados los mosquitos, la caballería alada del Plasmodium. El año anterior había enfrentado a los herejes protestantes así como procesado, interrogado, torturado y finalmente llevado a la hoguera a once brujas en el Valle de Melsocina en el país de los grisones. Ahora le tocaba caer en la red de un microscópico ser causante de más muertes que las infundidas por todos los ejércitos. En la lógica de los paracelsistas, así como existían arcanos o energías ocultos, luces de la naturaleza, lumen naturae, que van mostrando el secreto de la cura también habían otros causantes de la enfermedad.
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