Capítulo 6: CARTAGENA DE ESCLAVOS


                                                                                                                                                                               


 

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En el seno de la majestuosa flota de la Armada Real, los jesuitas se embarcaron en un viaje que marcaría sus destinos. Navegaron por el Guadalquivir desde Sevilla hasta Cádiz, para luego poner rumbo a las Islas Canarias y adentrarse en la inmensidad del Atlántico. Su primera parada sería la Isla Dominica, en las Antillas, un preludio de la aventura que les aguardaba.

A bordo del navío, los padres y novicios se entregaban a la oración y al estudio de la teología, impulsados por el ferviente deseo de difundir el Evangelio. Los jóvenes, con el entusiasmo propio de la juventud, ansiaban el momento de bautizar a los nativos y llevar la luz de la fe a tierras lejanas.

Agustín Salumbrino, como enfermero, tenía su trabajo. La travesía no fue fácil, y muchos misioneros sufrieron los efectos del mar, con mareos, vómitos y otros malestares.

Tras seis semanas de navegación, la escasez de agua y alimentos comenzaba a hacer mella en la salud de la tripulación. Pero la esperanza renació cuando divisaron la Isla Dominica. Allí, los nativos les ofrecieron tortugas, mariscos, peces y frutas, a cambio de objetos como cuchillos, cuentas de vidrio y coloridas cintas de seda. Los marineros, en pequeños botes, se acercaron a tierra para cargar agua dulce y reponer provisiones. Dos semanas después, la flota cruzó el Caribe y llegó a Cartagena de Indias, la puerta de entrada al Virreinato del Perú.

El viaje no estuvo exento de dificultades y desafíos. Tres de los misioneros no lograron sobrevivir a la travesía. Uno de ellos, víctima de una fiebre implacable, perdió la razón y sucumbió ante la enfermedad.

 


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En el puerto de Cartagena, en medio de un paisaje de selva y pantanos palúdicos, ocurrió el encuentro de Salumbrino con el Nuevo Mundo. Por aquí salía a España el oro y la plata del Virreinato del Perú. El metal proveniente de Potosi, Oruro, Carabaya, Quito, Granada, Mariquita, Zaragoza y Granada. Llegaban también para la exportación las esmeraldas de Muzo, Popayán así como las perlas de la Isla Margarita y Riohacha. Del otro lado llegaban en los barcos negreros miles de esclavos del África, hombres, mujeres y niños. Los traían al Nuevo Mundo encadenados y hacinados en bodegas oscuras, sin ventilación, desnutridos, enfermos, obligados a hacer sus necesidades fisiológicas en el mismo lugar donde estaban confinados. Nadie sospechaba que en estas mazmorras flotantes y pestilentes llegaba también el Plasmodium falciparum, la variedad más letal de la malaria, acompañado con otras enfermedades incubadas en esas bodegas insalubres.

La realidad que presenciaron muchos jóvenes jesuitas a su ingreso al Nuevo Mundo les causó extrañeza. Ellos creían que llegaban con Dios en sus baúles. Habían ido a un mundo oscuro a bautizar, evangelizar y salvar a los salvajes e infieles. Y en ese intento estaban dispuestos a enfrentar crucifijo en mano las flechas de los nativos y exponerse hasta el martirio por el amor de Dios. Sin embargo, se encontraron con una realidad distinta. La población indígena de Cartagena de Indias estaba casi extinta por causa principalmente de enfermedades traídas del Viejo Continente. En su reemplazo llegaban los esclavos.  

El padre Diego de Torres fundó en esta oportunidad el Colegio de la Compañía de Jesús en Cartagena. Los jesuitas de esta casa pronto condenarían el trato que se daba a los esclavos. La posición de los jesuitas del Nuevo Continente ante el tema de los negros fue tomando cada vez mayor distancia de la que compartían algunos teólogos de la propia Compañía de Jesús en Europa como el padre Martín del Rio para quien los demonios se manifiestan en cuerpos humanos negros, mugrientos, hediondos y tremendos...de nariz deformadamente chata o enormemente aguileña, de boca abierta y profundamente rajada, de ojos hundidos y chispeantes, de manos y pies ganchudos como de buitre, de brazos y muslos delgados y llenos de pelo, de piernas de burro o de cabra  (Francisco Flores, El Diablo en España,  citado por Cabanillas) 

El padre jesuita Alonso de Sandoval, testigo presencial la denunció en su famoso libro Un Tratado sobre la Esclavitud.  Los reinos de España y Portugal se nutrían de los esclavos como el reino del Mal Aire de los glóbulos rojos del ser humano. Para Sandoval cuando llegaban los esclavos a Cartagena de Indias la prioridad para los jesuitas no debía ser bautizarlos sino darles agua de beber y cuidar de los enfermos para salvar sus vidas: 

“Ante todas cosas, en llegando el navío y desembarcando los negros, debemos ir luego a buscarlos para informarnos de cuántos y cuáles son, de que naciones y puertos vienen, que enfermedades traen, cuáles y cuántos son los enfermos principalmente peligrosos y niños, con los cuales se ha de poner muy exacta diligencia en saber quiénes no traen agua y aun en dársela a beber a los que transidos de sed se están muriendo y mueren, que son los más:  cosa que causa gran compasión, porque como ellos no la saben pedir, ni las tristes de sus madres no se atreven a manifestar la extrema necesidad de sus hijos, en viéndola se deshacen en llanto, y así en llorando el muchacho en el catecismo, póngasele el jarro en la boca y dará cabo en uno, de dos y de tres llenos, como a mí me ha sucedido infinitas veces, porque si no estorbara a todos con voces y gritos: averiguando pues los que no traen agua, se bautizarán luego…”

Indalecio Llévano nos narra la historia del jesuita Luis de Frías que enfrentó la violencia de los amos con los esclavos. Este sacerdote fue procesado por la Inquisición por haber dicho en un sermón en Cartagena en 1614 que era mayor pecado dar un bofetón a un moreno que a la imagen de Cristo que había en la iglesia, pues dar un bofetón a un moreno es dárselo a una imagen viva de Cristo y no a un pedazo de palo o de madera, imagen muerta que tan solo significa lo que es. 

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Cartagena era un pueblo de casas de madera y caña, con muy pocas edificaciones de cal y ladrillos. La construcción de su catedral, aun inconclusa, ya llevaba más de dos décadas. Tenía una población española de aproximadamente ocho mil habitantes, con casi igual número de esclavos africanos o descendientes. Apenas si quedaba población indígena.

El Plasmodium llegaba a un ecosistema que le permitía expandirse a sus anchas. Fue el organismo vivo que más estragos causó en la América española pues se había asentado en ella y vuelto endémico. El puerto de Cartagena fue también la puerta de entrada de varias otras enfermedades como el virus de la viruela que cada cierto tiempo se tornaba en grave peste.

Juan Méndez Nieto, el primer médico que arribó a Cartagena de indias en 1569 en su obra Discursos Medicinales escritos de 1606 a 1609 informaba ya de la existencia de las tercianas y cuartanas en ese puerto colombiano. Igual información existe de esa época para Panamá. El doctor Méndez llegó al puerto con su esposa, hijos y treinta africanos de su propiedad.


En sus Discursos el médico informa de la receta que había aplicado durante 50 años para la cura de la malaria, refiriendo el caso de uno de sus pacientes.

-Los primeros cinco días de tratamiento se le ordeno tomar jarabe de tres onzas de palomilla y dos de agua de lo mismo o de borrajas.

-Al tercer día se le sangró del brazo izquierdo y de la vena del arca sacáronle 8 onzas de sangre y al cuarto otras tantas del mismo brazo y vena.

-Al sexto día se purgó al paciente con una onza de pulpa de caña fístola y otra de diachatolicón desatadas en cocimiento de sen y pasas.

-Una vez purgado y durante los tres días siguientes se le ordenó tomar una pócima con epítimo, de hojas de sen y de polipodio, guardando dieta.

-Al siguiente día lo mandó sangrar ya que había conjunción de luna (luna nueva). La astrología era parte de la curación.

-Luego mandó hacerle una incisión poco profunda en una almorrana (según Méndez que pocas veces los que padecen este género de fiebre están sin ellas). donde puso unas sanguijuelas que la chuparon. A continuación, una lavada con clister.

-A continuación, el paciente debía mantener una determinada dieta y seguir tomando sus pócimas.

-Llegado a este punto se le debía hacer vomitar. Para esto debía comer hasta hartarse pescados salados y sardinas con muchas uvas y melón. Estando bien hinchada la barriga de esto y de todo lo demás que se le antojaba, se le daban tres o cuatro rábanos, uno de ellos que hubiese estado seis y más horas o toda la noche aderezado con polvos de eléboro blanco. Habiendo comido todo esto se le daba bastante agua envinada para hacerlo vomitar tres veces consecutivas. 

Agustín Salumbrino no practicaba sangrías. Esto lo sabemos pues uno de los padres que estaba con él en Cartagena fue aquejado de fiebres y no había quien con seguridad supiese dar este tratamiento que entonces se consideraba el aconsejable. La historia de la época cuenta que un murciélago mordió al padre enfermo haciendo así el oficio del cirujano y que con esto sanó. Esta deliciosa anécdota muestra la confianza que se tenía en la providencia y en la sangría para curar a los enfermos de fiebres.

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Como se sabe, el Plasmodium falciparum, causante de la malaria conocida como terciana maligna, llegó al Perú en el siglo XVI e inicios del XVII con los esclavos africanos principalmente por la vía de Cartagena de Indias. En algunas partes de la costa occidental del África estas fiebres eran endémicas, razón por la que los barcos de los traficantes de esclavos preferían esperar la carga de infelices en el mar que acoderados a puerto (Newson, Minchin,2007). 

El origen africano del germen y su llegada al Perú en los tiempos de la colonia a través del comercio de esclavos ha sido materia del estudio genético publicado por la Academia Nacional de Ciencias de los Estados Unidos de América, que se cita en la bibliografía del presente Capítulo. Esta obra es fruto de un esfuerzo de colaboración internacional del que participaron institutos de salud, universidades, entre ellas la Universidad Peruana Cayetano Heredia, y científicos de distintos continentes.

Los investigadores colectaron cientos de muestras de sangre infectada en diecisiete países. Al analizarlos encontraron en América del Sur dos grupos genéticos distintos del Plasmodium falciparum, uno al norte y otro al sur, más cercanos a sus raíces africanas que entre sí. Esta información científica cruzada con la histórica les permitió descubrir dos rutas de ingreso relativamente reciente del patógeno a América a través del tráfico de esclavos. Una, por el norte a través de Cartagena de Indias y la otra por el sur a través de Brasil.

 

                               
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Torres Bollo y sus misioneros navegaron de Cartagena a Portobelo, puerto donde muchos enfermaban de las fiebres. Luego atravesaron el istmo por tierra y sobre cabalgaduras, principalmente mulas, admirando la frondosa vegetación, las exóticas aves, los saltos de los monos en los árboles, pero también soportando las plagas de hormigas. Según narra Gerónimo Pallas cuando a él le tocó hacer el mismo viaje pocos años después, prendían candelas alrededor para que el humo ahuyentara a los mosquitos de suerte que estos huían y ellos lloraban. Sufrían de los grandes aguaceros, cabalgando largos trechos dentro del río o de ciénegas infestados de caimanes, durmiendo en precarios tambos, corriendo el riesgo de ser picados por serpientes, hasta llegar en cuatro días a la ciudad de Panamá; ciudad temida como Portobelo por las calenturas. 

Panamá era un puerto con poca población española, unos quinientos vecinos, en cambio tenía ya como diez mil africanos esclavos o libertos. No quedaba ya población indígena. Como en Cartagena y el resto de la América española el Plasmodium y las pestes habían casi desaparecido a la población indígena, hecho que impulso el comercio de esclavos del África.     

Luego de arribar al puerto de Paita en el Perú Torres Bollo recibió el encargo del provincial de Lima de dirigirse por tierra a la ciudad de Trujillo a darle la bienvenida al nuevo virrey del Perú el conde de Monterrey, Gaspar de Zúñiga, que venía del Virreinato de Nueva España, México. El virrey se encontraba enfermo y convaleciendo en Trujillo.

El padre Torres Bollo se apartó del resto de los misioneros que siguieron viaje a Lima. Tomó dos compañeros y sacó a tierra a otros dos cuyas vidas corrían peligro en el mar. Resulta verosímil pensar que dispuso que el hermano Salumbrino lo acompañara para cuidar de él y de los dos que desembarcaron. Llegaron a Trujillo dónde Torre Bollo visitó al virrey; esto debió ocurrir alrededor del mes de octubre de 1604. Según Torres Saldamando el padre Torres Bollo llegó a Lima el 22 de noviembre de 1604.

Los compañeros que quedaron en el barco tuvieron varios contratiempos en la navegación de Paita al Callao. Los vientos determinaban si este duraba un mes o a veces hasta nueve meses sin contar el que se presentasen otras vicisitudes propias de la aventura marítima. Los que fueron por mar llegaron un mes después que el padre Torres Bollo y Agustín Salumbrino a la ciudad de Lima para celebrar todos juntos la Navidad.

 

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Linda A. Newson y Susie Minchin en su libro From Capture to Sail hacen una valiosa y detallada investigación sobre el mercado de esclavos en Cartagena en las primeras décadas del siglo XVII en gran parte con documentación privada y contable relacionada a Manuel Bautista Pérez, el mercader de esclavos más importante de la época en Cartagena y América del Sur. Pérez, portugués de origen, venía de una familia judía recientemente convertida al cristianismo. Apenas tendría 15 años cuando el padre Torres Bollo, Agustín Salumbrino y demás misioneros jesuitas llegaron a Cartagena de Indias en 1604. Según Newson y Minchin en sus años veinte Pérez participa de dos expediciones al África para traer esclavos desde Guinea y Angola en el África hasta la ciudad de Lima, donde luego de sus primeros éxitos económicos se quedó a vivir. Desde aquí fue donde organizó con varios de sus parientes consanguíneos y políticos una red de comercio de esclavos, telas, cera y otros productos que lo convirtió en la persona más adinerada de la ciudad.  

Pérez, agentes y empleados probablemente sabían más de las lenguas africanas que los misioneros. Lo mismo diríamos del médico Tomé Quaresma que prestaba servicios a Pérez atendiendo a los esclavos y por tanto requería conocer sus idiomas. Esto lo sabemos pues cuando el comerciante y sus asistentes estaban presos en la cárceles secretas de la Santa Inquisición acusados de ser judíos se valían de sus esclavos para comunicarse en el idioma de Guinea con el exterior de las prisiones sin ser detectados (Medina).    

Según Newson y Minchin Cartagena de Indias era uno de los pocos puertos autorizados por España para la trata de esclavos. Aquí se desembarcaba a los esclavos que venían legalmente y a los que venían de contrabando, lo que ameritaba una extensa práctica de sobornos a las autoridades locales. Los esclavos eran revisados por los médicos y alojados en barracas. Los barcos eran inspeccionados por la Inquisición para vigilar que no ingresaran libros o imágenes prohibidas. Los esclavos eran vendidos en subastas o ferias y muchos trasladados a la ciudad de Lima.     

 

 

 

                                             
Bibliografía del Capítulo 6

En adición a la hagiografía de Agustín Salumbrino en este Capítulo 6 hemos recurrido a la siguiente fuentes complementarias:

-JUAN MÉNDEZ NIETO, Discursos Medicinales, 1606-1609, Thesaurus, Centro Virtual Cervantes


-PEDRO LOZANO, Historia de la Compañía de Jesús en la provincia del Paraguay, Madrid, 1754

-JOSÉ TORIBIO MEDINA Historia del Tribunal de la Inquisición de Lima, Tomo 2, Santiago de Chile, 1956 

-ALONSO DE SANDOVAL, Un Tratado sobre la Esclavitud, Madrid, 1987

VIRGILIO FREDDY CABANILLAS D. El Bestiario del Averno: Sobre Animales y Demonios, UNMSM, Fondo Editorial

-NICOLÁS DEL CASTILLO MATHIEU, Juan Méndez Nieto, Autor del Primer Tratado Colombiano de Medicina, Thesaurus, Tomo XLV, Número 2, Centro Virtual Cervantes, 1990

- GERÓNYMO PALLAS, Misión a las Indias, estudio y transcripción por José J. Hernández Palomo, Sevilla, 2006


-PAULINA NUMHAUSER, Misión de las Indias con Advertencias para los Religiosos de Europa (crónica del padre Gerónimo Pallas), documento 2006


-LINDA A.NEWSON y SUSIE MINCHIN, From Capture to Sale, The Portuguese Slave Trade to Spanish South America in the Early Seventeenth Century, Boston, 2007

-PEDRO DE LEÓN PORTOCARRERO, Descripción del Virreinato del Perú, Lima,2009

-ERHAN YALCINDAG Y OTROS, Multiple independent introductions of Plasmodium falciparum in South America, National Academy of Sciences of the United States of America, 2011

-INDALECIO LLÉVANO AGUIRRE, Los grandes conflictos sociales y económicos de nuestra historia, Tomo I, Bogotá, 2015










 

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