En la Europa de
los siglos XVI y XVII se consideraba que un teólogo comprendía mejor a Dios que
un enfermero y boticario como el hermano jesuita Agustín Salumbrino. Su oficio no
consistía en tratar sobre las cosas del Dios invisible, tampoco discernir lo bueno de lo malo. Su misión era más humilde, consistía solo en atender el
sufrimiento de los seres humanos procurándoles la sanación o por lo menos el alivio y la paz.
El destino, que muchos identifican con la voluntad de la divinidad, le deparó la realización de obras destacadas entre ellas la fundación de la Botica de la Compañía de Jesús en la
ciudad de Lima, capital del Virreinato del Perú. Fue desde aquí y en gran parte
gracias al hermano Agustín Salumbrino que la cascarilla del árbol de la quina, legado
de la medicina milenaria andina, llegó a Roma para esparcirse luego por todo el
mundo y salvar millones de vidas de la malaria o paludismo durante los siglos
siguientes. La Botica fue el punto de apoyo y Agustín Salumbrino, cual Arquímedes, quien dio con la palanca para librar al mundo de un terrible mal. ¿Cómo ocurrió el milagro? No tenemos la respuesta, solo el conocimiento de fragmentos de acontecimientos que se concatenaron para lograrlo.
El bioquímico Isaac Asimov incluye a la
quinina, sustancia del árbol de la quina en su libro Historia y Cronología
de la Ciencia y los Descubrimientos. Destaca que sin ella es dudoso que
los europeos hubieran podido permanecer largo tiempo en climas
tropicales. Quizás la India o el África colonial no
hubieran existido, al menos como los conocemos. Quizás no existiera el canal de
Panamá o el curso de la guerra de los Estados Unidos contra Japón hubiese
tenido un desenlace distinto como afirma Seth Paltzer en su artículo The
Other Foe: The U.S. Army´s fight against Malaria in the Pacific Theater,
1942-45.
La afección es producida por el Plasmodium,
un parásito microscópico cuyo mundo recién fue descubierto a fines
del siglo XIX, siglos después que se encontrara su cura. Se transmite a
través del mosquito del género Anopheles.
La malaria ha sido una de las enfermedades endémicas que mayor mortandad
y devastación ha causado al ser humano. Ha cambiado varias veces el curso de la historia. Asimov
la calificó como la más debilitante de las dolencias que
hayamos padecido. La mortandad y daño que provocó fue tal que los
historiadores le atribuyen la caída de las antiguas civilizaciones de Grecia y
Roma, iconos de Occidente. Robert Sallares en su libro Malaria
and Rome, publicado por la Universidad de Oxford ha investigado
extensamente el tema. El título del libro de Sonia Shah resume lo
que podría decirse de esta enfermedad The Fever, How Malaria Has Ruled
Humankind for 500,000 Years.
La Organización Mundial de la Salud viene alertando que el cambio climático que experimentamos podría agregar a las estadísticas miles
de víctimas más por malaria o paludismo a las ya seiscientas mil muertes al año que
actualmente causa, siendo niños las principales víctimas. La multiplicación de los mosquitos debido a este factor medio ambiental se
agrava con la evolución del Plasmodium hecho que lo está haciendo más resistente a la
síntesis química de la quinina. Una buena razón para volver la mirada al árbol de quina, a sus propiedades y a lo que nos enseña su historia.
Alberto Bailetti Wiese