Capítulo 2: LA PRIMERA APARICIÓN





TARROS DE BOTICA DE QUINA CON EMBLEMA IHS DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS 

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El jesuita anónimo prosigue con lo sucedido al joven Salumbrino cuando se encontraba al servicio del conde Alexandro Aurelio Mansel Mansel. En esta parte registra que Gregorio XIII "...a la sazón tenía la silla de San Pedro". El Papa provenía de la ciudad de Bolonia.

Leopold Von Ranque en su Historia de los Papas informa que bajo este papado Italia se encontraba sumida en la violencia debido a los conflictos de los Estados Pontificios con los turcos, los protestantes, Inglaterra, Francia, Países Bajos; al interior de Italia con Venecia, con la aristocracia romana que defendía sus derechos feudales y hasta resurgieron las sangrientas confrontaciones entre güelfos y gibelinos.

Ejércitos de forajidos asolaban las ciudades papales. Los estados vecinos resentidos con el Papa por diversas razones acogían a los criminales que escapaban a la persecución de su milicia.  

La propia justicia estaba en crisis. Alejandro Dumas en Celebrated Crimes, the Cenci escribe que en tiempos de Gregorio XIII el crimen era bien tolerado, los jueces se vendían por dinero. El asesinato y la violación eran tan comunes que la justicia no se daba por enterada si nadie denunciaba el crimen.

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El conde Mansel vio en Agustín Salumbrino un joven "alentado y despierto, de buena habilidad y vivo ingenio". El noble romano "tuvo gran confianza en él comunicándole sus secretos, se valía de sus talentos para negocios de importancia". El conde debía su fortuna a sus viñedos y a la producción de vinos de gran consumo en una época en que se consideraba más saludable que el agua, además de reconocerse sus propiedades antisépticas. Pronto Salumbrino aprendió el oficio y llegó a sobresalir entre todos los sirvientes convirtiéndose en el principal y el de mayor confianza. Esto despertó los celos y el rencor de los criados.

La vida le sonreía, vivía orgulloso, pleno de entusiasmo y poca reflexión como muchos jóvenes. Se encontraba ilusionado con la posibilidad de adquirir con el tiempo honra y hacienda. Quizás formar un hogar con la misteriosa dama que aparece en su biografía y que le alcanzó una manzana del árbol en las huertas del conde. Era fácil enamorarse.   

En el capítulo Cuarto de la obra la historia se cuenta así: "Le sucedió un día, siendo seglar, ir con el conde Alejandro su señor a un jardín adonde había mucha fruta y aunque los otros criados la vendimiaban, como fuesen los de palacio, el recatado mancebo no extendió la mano a cosa alguna de la huerta. Viendo una dama que a la sazón estaba allí ella le alcanzó una manzana del árbol, pero no con mala intención. Él la recibió por no mostrarse esquivo y descortés con quién le hacía el favor. Y acaso al tomarla tocó su mano la suya y tuvo tanto dolor de esta acción y de haber tocado la mano de la mujer que lloró este pecado toda su vida".

El roce de las manos parece sugerir la imagen de la mujer serpiente, encarnación de la tentación, que ofreció el fruto del árbol al joven Salumbrino. El autor suprime de la escena cualquier atisbo de sensualidad. Es posible que en la hagiografía la dama sea solo la alegoría del mundo que dejó por seguir su misión o la memoria de un enamoramiento que lo hubiese llevado por otro camino. Podrían ser ambas cosas lo que explicaría que bautizara a su diablo con el nombre de un calzado femenino. 





Vista de la Tor di Nona, prisión cerca al Hospital del Espíritu Santo. Tempera en pergaminos siglo XVII de Gaspar van Wittel
                                                             
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Una mañana hallaron muerto a un "gran caballero sobrino del papa Gregorio XIII. No se sabía quién o cómo se cometió el delito". "Lo sintieron grandemente sus parientes", que provenían de Bolonia. Lleno de indignación el sumo pontífice mandó hacer rigurosa averiguación del delito. Como era pública la enemistad que traía la víctima con el conde Mansel, "...no fueron necesarios más indicios para prenderle con todos sus criadosY como Agustín era el más válido suyo, fue el primero de quien echaron mano y a quien pusieron en prisiones más duras".

En el libro no se registra el lugar en que fue detenido. En el Diccionario Histórico de la Compañía de Jesús de O´Neill y Domínguez se consigna que fue acusado de homicidio en Ravena y llevado preso a Roma. Desconocemos la fuente en que se basa esta afirmación.

 Los acusados fueron encerrados e incomunicados en las torres prisión entre el castillo de San Ángelo y la plaza de San Pedro, en uno de los barrios de Roma más infectados de malaria.                                                             

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Agustín Salumbrino compareció en la cárcel ante el juez, fiscal y notario. Los sirvientes le atribuyeron el crimen. "Aquí fue donde la envidia de los otros desfogó el fuego de indignación que tenían reprimido, porque aprovechando la ocasión le cargaron la culpa, juraron contra él y acriminaron el delito de manera que al principio le condenaron al tormento y después vista la probanza con la acusación de los testigos a muerte pública".  Habiéndose comunicado el fallo, la ejecución de la pena en la Roma palúdica era cuestión de días. Agustín Salumbrino sería trasladado al puente de San Ángelo para entregarlo a manos del verdugo para que cumpla su función ante un público que atendía a estos eventos a veces a dar vivas y en otras conmovido a pedir clemencia. Recién cumplidos los veinte años de edad esperaba su ajusticiamiento. Miraba su vida "...en un hilo".

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En estas circunstancias aparecían en la torre prisión los miembros de turno, por lo general dos, de la Confraternidad de laicos de San Giovanni Decollato (Lazar, 2005) conocidos también como Della Misericordia con el propósito de confortar al condenado y prepararlo en el arte del buen morir. La Confraternidad procuraba que el condenado aceptara que si bien iba a perder su cuerpo con ello iba a acrecentar las posibilidades de salvar su alma. Para esto debía conformarse con su suerte. Asimismo, debía perdonar a todos aquellos que lo llevaban a la muerte, a sus enemigos, la policía, los magistrados y al verdugo que lo esperaba con la cara cubierta en el puente de San Ángelo. Su misión era lograr que el reo asumiera la figura de un mártir, aun cuando hubiese sido un criminal; con mayor razón aun si se consideraba víctima de una injusticia. La posibilidad de llegar al cielo como el Buen Ladrón, sin siquiera pasar por el purgatorio, estaba cerca, como anota Nicholás Terpstra en base a Manuales de la época. Esto siempre y cuando aceptara su destino así como Jesucristo se resignó al suyo.

El confesor oficial en Roma en el caso de una ejecución, era por lo general un sacerdote de la Compañía de Jesús. El religioso encontró a un joven afligido de corazón que no necesitaba transitar por la vía purgativa de la primera semana de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola, la estaba viviendo con sus cinco sentidos.

Como ocurría con frecuencia, la preparación mental y espiritual de los Della Misericordia y del confesor jesuita surtió efecto. Narra su biografía que Agustín Salumbrino "primero lloró sus pecados, conformándose con la voluntad de Dios, sin volverse contra los jueces, ni contra los que le perseguían". 

El  pacífico estado del joven Salumbrino provino de experimentar su fin próximo. El tiempo se detuvo, volvió a ser el niño de Forlí, de cuando el mundo estaba fuera de su control. No había que tener miedo solo fe (Marcos 5:36) Hoy era una semilla mañana una pequeña planta en el paraíso. Cuenta un jesuita nacido en las afueras de Bombay en la India, el padre Anthony De Mello, refiriéndose a un guerrero japonés apresado por sus enemigos, encerrado en un calabozo, que no podía dormir pensando que al día siguiente sería sometido a suplicio. Sin embargo se quedó dormido recordando la enseñanza de su maestro El mañana no es real. La única realidad es el presente. Concluye el jesuita diciendo: El hombre en el que el futuro ha perdido su influencia se parece a los pájaros del cielo y a los lirios del campo. Fuera preocupaciones por el mañana. Vivir totalmente en el presente: He ahí al hombre santo. 

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A punto de ser ejecutado "los jueces revocaron la sentencia y salió libre de la cárcel cuando él esperaba salir a padecer la muerte. Y no solo él salió sino también el conde y los demás criados".  En el impredecible orden de las cosas su hora no había llegado.

Su hagiógrafo atribuye el final feliz a la intervención divina. Escribe: "Vino la Reina de los Ángeles del cielo y glorificó con su luz aquel oscuro calabozo y mostrándose visible le habló como el ángel a Cristo en Getsemani diciéndole que no temiese, porque sería cierta su libertad y le sacaría de aquel trance victorioso; que se acordase de aquella merced que le hacía y le fuese agradecido"

Uno de los primeros en recibir la noticia de la mariofanía fue el padre Maborola, rector del Colegio Romano, según consigna su biografía (podría tratarse más bien del padre Próspero Malavolta, que fuera rector del Colegio de los jesuitas en Mantua y a quien habría conocido por su relación con San Luis Gonzaga) Durante los siglos siguientes la Compañía de Jesús reproduce esta información sobre la aparición visible de la Virgen María a Agustín Salumbrino cuando se encontraba encarcelado  no obstante que la aparición no guarda concordancia con la tradición católica. En este caso, la Virgen no se le aparece a una persona de conocida santidad sino a un joven que lejos de mostrar una vocación religiosa había optado por vivir la vida en el mundo.  A pesar de ello, se le reconoce el privilegio de haber sido de los pocos de la orden que experimentaron estas visiones. Otros jesuitas fueron Ignacio de Loyola, Estanislao Kostka (novicio que muere de malaria antes de cumplir los dieciocho años) y Luis Gonzaga. 

En estas apariciones la Virgen  se muestra más resplandeciente que el sol y más bella que la luna según se da cuenta en el Capítulo Segundo del libro. En el Capítulo Tres de la obra se afirma que estas visiones ocurrían con frecuencia: "...le pagaba su devoción esta celestial Señora tan colmadamente que todas las semanas dos veces baja del cielo a visitarle y esforzarle en su trabajo y a regalarle con su presencia y muy dulces palabras. Y que en el camino por tierra y en la navegación por la mar le hizo este regalo y le continuó en las Indias, al paso que el siervo de Dios, como tan humilde; y si el hijo suyo la sirvió toda su vida, que es un favor muy singular, que no se lee de otro santo y que arguye gran pureza de alma y gran amor de Dios y fervor de espíritu y devoción cordialísima con la Reina de los Angeles". 

La hagiografía, esforzada en magnificar la santidad del personaje, sostiene que: "... los jueces enterados de su inocencia y movidos por su grande virtud, revocaron la sentencia y salió libre de la cárcel, cuando él esperaba salir a padecer la muerte. Y no sólo él salió sino también el conde y los demás criados, ordenándolo así Dios. Y componiendo las cosas por los méritos de su siervo: antigua costumbre suya hacer favor a muchos por los méritos de un justo".

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Si buscáramos en el otro mundo, en el terrenal, una posible explicación de lo ocurrido pondríamos la mirada en otros hechos. Sabemos que paralelamente al juicio hubo aproximaciones y negociaciones entre las poderosas familias involucradas y allegados. La obra  revela que el conde Alejandro Aurelio "...ofreció gran suma de dinero por su vida, pero fue sin fruto porque como el muerto era tan gran caballero, y pariente tan cercano del Pontífice, no se dio oídos a la composición ni a perdón". Es posible que finalmente se llegara a un acuerdo económico con el conde Mansel, cuando la horca esperaba impaciente al joven Salumbrino. Quizás se forzó una transacción entre la familia del conde y la familia del pontífice. Quizás la primera propuesta económica del noble romano fue considerada insuficiente y mediante el juicio se ejerció presión para que la mejorara.

Otra posibilidad, no excluyente de la anterior, es la de que Carlos Borromeo, protector de joven Salumbrino, haya abogado ante Gregorio XIII para la liberación del conde Mansel y demás criados, con el apoyo de los jesuitas. Un año antes de morir, a fines de 1583, el arzobispo fue a Roma a entrevistarse con el Pontífice, que era su amigo de muchos años. El Papa lo esperaba para tratar con él dos asuntos muy graves uno que tocaba a la ciudad de Bolonia, precisamente de dónde provenía su familia y el sobrino asesinado; otro, referente a un conflicto entre dos grandes príncipes de Italia que le tocaba a él resolver. La intervención de Carlos Borromeo, a quien Agustín Salumbrino le debería la vida, explicaría la devoción que tuvo por él. Señala  el autor: Y el santo arzobispo le dio una cruz de reliquias en prendas de su amor, la cual guardó el hermano Agustín toda su vida, como una preciosa reliquia recibida de mano de tal santo.

Mientras todo esto ocurría en Europa el Plasmodium invisible lejos de estos enredos, de interés solo para los seres humanos, se las había ingeniado para llegar al Nuevo Mundo para instalarse en él y continuar su cacería de glóbulos rojos. El parásito posiblemente hizo sus primeras incursiones con Cristobal Colón. Sin embargo estos no fueron sino iniciales y pequeños ataques. Su gran oportunidad la tuvo con la ola de esclavos traídos en barcos del África. 

Entre tanto, Carlos Borromeo arzobispo de Milán y cardenal de Roma emprendió en 1584 una visita a las villas y ciudades de la arquidiócesis. Partió al este hacia Novara, Masserano y Vercelli, atravesando una extensa área pantanosa, dónde contrajo la malaria. En esa estación del año, todavía pululaban  en los terrenos anegados los mosquitos, la caballería alada del Plasmodium. El año anterior había enfrentado a los herejes protestantes así como procesado, interrogado, torturado y finalmente llevado a la hoguera a once brujas en el Valle de Melsocina en el país de los grisones. Ahora le tocaba caer en la red de un microscópico ser causante de más muertes que las infundidas por todos los ejércitos. 
En la lógica de los paracelsistas, así como existían arcanos o energías ocultos, luces de la naturaleza, lumen naturae, que van mostrando el secreto de la cura también debían haber otros oscuros causantes de la enfermedad.

Bibliografía del Capítulo 2

En adición a la hagiografía de Agustín Salumbrino, en este Capítulo 2 hemos recurrido a las siguientes fuentes complementarias:

-STEFANO INFESSURA, Diario Della Citta Di Roma, Instituto Storico Italiano, Roma 1890

-JUAN PEDRO GUISSANO, Vida de San Carlos Borromeo, Madrid, 1626

-FRANCISCO XAVIER FLUVIA, Vida de S. Ignacio de Loyola, Fundador de la Compañía de Jesús, Tomo II, Barcelona, 1753

-ALEXANDER DUMAS, CELEBRATED CRIMES, THE CENCI, eBook, Proyect Gutemberg, edición de 1910

-ANTHONY DE MELLO, El Canto del Pájaro, Bilbao 1982

-ANNETTE COLIN-SIMARD, Las Apariciones de la Virgen, Madrid 1993

-LEOPOLDO VON RANKE, Historia de los Papas, México, 1997

-BARRY MILES, Many Years From Now, Gran Bretaña, 1997  

-CHARLES O´NEILL y JOAQUÍN MARÍA DOMINGUEZ, Diccionario Histórico de la Compañía de Jesús, Tom. IV, Madrid 2001

-ROBERT SALLARES, Malaria and Rome, History of Malaria in Ancient Italy, Oxford, Nueva York, 2002

-CESAR VIDAL MANZANARES, Diccionario de los papas, Barcelona 2002

-CHRISTOPHER F. BLACK, Italian Confraternities in the Sixteenth Century, Cambridge University, 2003

-THOMAS V. COHEN y ELIZABETH S. COHEN, Words and Deeds in Renaissance Rome, Toronto, 2005

-LANCE GABRIEL LAZAR, Working in the Vineyards of the Lord, Jesuit Confraternities in Early Modern Italy, Toronto 2005

-NICHOLAS TERPSTRA, Catechizing in Prison and on the Gallows in Renaissance Italy: The Politics of Comforting, Toronto 2008





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