|
Vista de la Tor di Nona, prisión cerca al Hospital del Espíritu Santo. Tempera en pergaminos siglo XVII de Gaspar van Wittel |
-3-
Una mañana hallaron muerto a un "gran
caballero sobrino del papa Gregorio XIII. No se sabía quién o cómo se
cometió el delito". "Lo sintieron grandemente sus
parientes", que provenían de Bolonia. Lleno de indignación el
sumo pontífice mandó hacer rigurosa averiguación del delito. Como era
pública la enemistad que traía la víctima con el conde Mansel,
"...no fueron necesarios más indicios para prenderle con todos sus criados. Y
como Agustín era el más válido suyo, fue el primero de quien echaron mano y a
quien pusieron en prisiones más duras".
En el libro no se registra el lugar en que fue
detenido. En el Diccionario Histórico de la Compañía de Jesús de O´Neill y
Domínguez se consigna que fue acusado de homicidio en Ravena y llevado preso a
Roma. Desconocemos la fuente en que se basa esta afirmación.
Los acusados fueron encerrados e incomunicados en
las torres prisión entre el castillo de San Ángelo y la plaza de San Pedro, en
uno de los barrios de Roma más infectados de malaria.
-4-
Agustín Salumbrino
compareció en la cárcel ante el juez, fiscal y notario. Los sirvientes le atribuyeron el crimen. "Aquí fue donde la envidia de los otros desfogó el
fuego de indignación que tenían reprimido, porque aprovechando la ocasión le
cargaron la culpa, juraron contra él y acriminaron el delito de manera que al
principio le condenaron al tormento y después vista la probanza con la
acusación de los testigos a muerte pública". Habiéndose comunicado el fallo, la ejecución de la pena en la Roma palúdica
era cuestión de días. Agustín Salumbrino sería trasladado al puente de San Ángelo
para entregarlo a manos del verdugo para que cumpla su función ante un público
que atendía a estos eventos a veces a dar vivas y en otras conmovido a pedir
clemencia. Recién cumplidos los veinte años de edad esperaba su
ajusticiamiento. Miraba su vida "...en
un hilo".
-5-
En estas
circunstancias aparecían en la torre prisión los miembros de turno, por lo
general dos, de la Confraternidad de laicos de San Giovanni Decollato
(Lazar, 2005) conocidos también como Della Misericordia con
el propósito de confortar al condenado y prepararlo en el arte del buen morir. La
Confraternidad procuraba que el condenado aceptara que si bien iba a perder su
cuerpo con ello iba a acrecentar las posibilidades de salvar su alma. Para esto
debía conformarse con su suerte. Asimismo, debía perdonar a todos aquellos que
lo llevaban a la muerte, a sus enemigos, la policía, los magistrados y al
verdugo que lo esperaba con la cara cubierta en el puente de San Ángelo. Su misión era lograr que el reo asumiera la figura de un mártir, aun
cuando hubiese sido un criminal; con mayor razón aun si se consideraba víctima
de una injusticia. La posibilidad de llegar al cielo como el Buen Ladrón, sin
siquiera pasar por el purgatorio, estaba cerca, como anota Nicholás
Terpstra en base a Manuales de la época. Esto siempre y cuando
aceptara su destino así como Jesucristo se resignó al suyo.
El confesor oficial en Roma en el caso de una ejecución, era por lo general un
sacerdote de la Compañía de Jesús. El religioso encontró a un joven afligido de corazón que no
necesitaba transitar por la vía purgativa de la primera semana de los
Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola, la estaba viviendo con sus cinco
sentidos.
Como ocurría con frecuencia, la preparación mental y espiritual de los Della
Misericordia y del confesor jesuita surtió efecto. Narra su biografía
que Agustín Salumbrino "primero lloró sus pecados, conformándose con la
voluntad de Dios, sin volverse contra los jueces, ni contra los que le
perseguían".
El pacífico estado del joven Salumbrino provino de experimentar su fin próximo. El tiempo se detuvo, volvió a ser el niño de Forlí, de cuando el mundo estaba fuera de su control. No había que tener miedo solo fe (Marcos 5:36) Hoy era una semilla mañana una pequeña planta en el paraíso. Cuenta un
jesuita nacido en las afueras de Bombay en la India, el padre Anthony De Mello,
refiriéndose a un guerrero japonés apresado por sus enemigos, encerrado en un
calabozo, que no podía dormir pensando que al día siguiente sería sometido a
suplicio. Sin embargo se quedó dormido recordando la enseñanza de su
maestro El mañana no es real. La única realidad es el presente. Concluye el jesuita diciendo: El hombre en el que el futuro ha
perdido su influencia se parece a los pájaros del cielo y a los lirios del
campo. Fuera preocupaciones por el mañana. Vivir totalmente en el presente: He
ahí al hombre santo.
-6-
A punto de ser ejecutado "los jueces
revocaron la sentencia y salió libre de la cárcel cuando él esperaba salir a
padecer la muerte. Y no solo él salió sino también el conde y los demás
criados". En el impredecible orden de las cosas su hora no había llegado.
Su hagiógrafo atribuye el final feliz a la
intervención divina. Escribe: "Vino la Reina de los Ángeles del
cielo y glorificó con su luz aquel oscuro calabozo y mostrándose visible le
habló como el ángel a Cristo en Getsemani diciéndole que no temiese, porque
sería cierta su libertad y le sacaría de aquel trance victorioso; que se
acordase de aquella merced que le hacía y le fuese agradecido".
Uno de los primeros en recibir la noticia de la
mariofanía fue el padre Maborola, rector del Colegio Romano, según consigna su
biografía (podría tratarse más bien del padre Próspero Malavolta, que fuera
rector del Colegio de los jesuitas en Mantua y a quien habría conocido por su
relación con San Luis Gonzaga) Durante los siglos siguientes la Compañía de
Jesús reproduce esta información sobre la aparición visible de la Virgen María a
Agustín Salumbrino cuando se encontraba encarcelado no obstante que la aparición no guarda concordancia con la tradición católica. En este caso, la Virgen no se le aparece a una persona de conocida santidad sino a un joven que lejos de mostrar una vocación religiosa había optado por vivir la vida en el mundo. A pesar de ello, se le reconoce el
privilegio de haber sido de los pocos de la orden que experimentaron estas
visiones. Otros jesuitas fueron Ignacio de Loyola, Estanislao Kostka
(novicio que muere de malaria antes de cumplir los dieciocho años) y Luis
Gonzaga.
En estas apariciones la Virgen se muestra más resplandeciente que el sol y más bella que la luna según se da cuenta en el Capítulo Segundo del libro. En el Capítulo Tres de la obra se afirma que estas visiones ocurrían con frecuencia: "...le pagaba su
devoción esta celestial Señora tan colmadamente que todas las semanas dos veces
baja del cielo a visitarle y esforzarle en su trabajo y a regalarle con su
presencia y muy dulces palabras. Y que en el camino por tierra y en la
navegación por la mar le hizo este regalo y le continuó en las Indias, al paso
que el siervo de Dios, como tan humilde; y si el hijo suyo la sirvió toda su
vida, que es un favor muy singular, que no se lee de otro santo y que arguye
gran pureza de alma y gran amor de Dios y fervor de espíritu y devoción cordialísima
con la Reina de los Angeles".
La hagiografía, esforzada en magnificar la santidad del personaje, sostiene que: "... los jueces enterados de su inocencia y movidos por su grande virtud, revocaron la sentencia y salió libre de la cárcel, cuando él esperaba salir a padecer la muerte. Y no sólo él salió sino también el conde y los demás criados, ordenándolo así Dios. Y componiendo las cosas por los méritos de su siervo: antigua costumbre suya hacer favor a muchos por los méritos de un justo".
-7-
Si buscáramos en el otro mundo, en el terrenal, una posible explicación de lo ocurrido pondríamos la mirada en otros hechos. Sabemos que paralelamente al juicio
hubo aproximaciones y negociaciones entre las poderosas familias
involucradas y allegados. La obra revela que
el conde Alejandro Aurelio "...ofreció gran suma de dinero por su vida,
pero fue sin fruto porque como el muerto era tan gran caballero, y pariente tan
cercano del Pontífice, no se dio oídos a la composición ni a perdón". Es posible que finalmente se llegara a un acuerdo económico con el conde Mansel, cuando la horca esperaba impaciente al joven Salumbrino. Quizás se
forzó una transacción entre la familia del conde y la familia del pontífice. Quizás la primera propuesta económica del noble romano fue
considerada insuficiente y mediante el juicio se ejerció presión para que la
mejorara.
Otra posibilidad, no excluyente de la anterior, es la de que Carlos Borromeo, protector de joven Salumbrino, haya abogado ante Gregorio XIII para la liberación del conde Mansel y demás criados, con el apoyo de los jesuitas. Un año antes de morir, a
fines de 1583, el arzobispo fue a Roma a entrevistarse con el Pontífice, que
era su amigo de muchos años. El Papa lo esperaba para tratar con él dos asuntos
muy graves uno que tocaba a la ciudad de Bolonia, precisamente de dónde
provenía su familia y el sobrino asesinado; otro, referente a un conflicto
entre dos grandes príncipes de Italia que le tocaba a él resolver. La
intervención de Carlos Borromeo, a quien Agustín Salumbrino le debería la vida,
explicaría la devoción que tuvo por él. Señala el autor: Y
el santo arzobispo le dio una cruz de reliquias en prendas de su amor, la cual
guardó el hermano Agustín toda su vida, como una preciosa reliquia recibida de
mano de tal santo.
Mientras
todo esto ocurría en Europa el Plasmodium invisible lejos
de estos enredos, de interés solo para los seres humanos, se las había ingeniado para llegar al Nuevo Mundo
para instalarse en él y continuar su cacería de glóbulos rojos. El
parásito posiblemente hizo sus primeras incursiones con Cristobal Colón. Sin
embargo estos no fueron sino iniciales y pequeños ataques. Su gran oportunidad la tuvo con la ola de esclavos traídos en barcos del
África.
Entre tanto, Carlos Borromeo arzobispo de Milán y cardenal de Roma emprendió en
1584 una visita a las villas y ciudades de la arquidiócesis. Partió al este
hacia Novara, Masserano y Vercelli, atravesando una extensa área pantanosa,
dónde contrajo la malaria. En esa estación del año,
todavía pululaban en los terrenos anegados los mosquitos, la caballería alada del Plasmodium. El año anterior había enfrentado a los herejes
protestantes así como procesado, interrogado, torturado y finalmente llevado a la hoguera a once brujas en el Valle de Melsocina en
el país de los grisones. Ahora le tocaba caer en la red de un microscópico ser causante de más muertes que las infundidas por todos los ejércitos. En la lógica de los paracelsistas,
así como existían arcanos o energías ocultos, luces de la naturaleza,
lumen
naturae, que van mostrando el secreto de la cura también debían haber otros
oscuros causantes de la enfermedad.
Bibliografía
del Capítulo 2
En
adición a la hagiografía de Agustín Salumbrino, en este Capítulo 2 hemos
recurrido a las siguientes fuentes complementarias:
-STEFANO
INFESSURA, Diario Della Citta Di Roma, Instituto Storico Italiano, Roma 1890
-JUAN
PEDRO GUISSANO, Vida de San Carlos Borromeo, Madrid, 1626
-FRANCISCO
XAVIER FLUVIA, Vida de S. Ignacio de Loyola, Fundador de la Compañía de Jesús,
Tomo II, Barcelona, 1753
-ALEXANDER DUMAS, CELEBRATED CRIMES, THE CENCI, eBook,
Proyect Gutemberg, edición de 1910
-ANTHONY
DE MELLO, El Canto del Pájaro, Bilbao 1982
-ANNETTE
COLIN-SIMARD, Las Apariciones de la Virgen, Madrid 1993
-LEOPOLDO
VON RANKE, Historia de los Papas, México, 1997
-BARRY MILES, Many Years From Now, Gran Bretaña, 1997
-CHARLES
O´NEILL y JOAQUÍN MARÍA DOMINGUEZ, Diccionario Histórico de la Compañía de
Jesús, Tom. IV, Madrid 2001
-ROBERT SALLARES, Malaria and Rome, History of Malaria
in Ancient Italy, Oxford, Nueva York, 2002
-CESAR
VIDAL MANZANARES, Diccionario de los papas, Barcelona 2002
-CHRISTOPHER F. BLACK, Italian Confraternities in the
Sixteenth Century, Cambridge University, 2003
-THOMAS V. COHEN y ELIZABETH S. COHEN, Words and Deeds
in Renaissance Rome, Toronto, 2005
-LANCE GABRIEL LAZAR, Working in the Vineyards of the
Lord, Jesuit Confraternities in Early Modern Italy, Toronto 2005
-NICHOLAS TERPSTRA, Catechizing in Prison and on the
Gallows in Renaissance Italy: The Politics of Comforting, Toronto 2008
No hay comentarios:
Publicar un comentario